14/04/2020
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ÁLVARO VERNICH “El Peñón de por sí da miedo a mucha gente. Se pudre enseguida el material. Todo esto sería normal en esta zona... Pues esto me arrastra todavía más al Peñón, me mola más, me pone más cachondo.” Álvaro trabaja como profesor de informática en un colegio de Castellón, esto lo compatibiliza con la formación de Técnico Deportivo de escalada nivel II. Fue miembro del Plan de Tecnificación de Alpinismo de la Comunidad Valenciana y ganador de la Liga de Rallies de Escalada en categoría masculina en 2018 junto a Lluís Vernich, su primo. Es de Carcaixent y lleva junto a un grupo de amigos el Club Excursionista de esta misma localidad. Empezaré hablando de Álvaro con el adjetivo que más me retumba en la cabeza al pensar en él: polémico. Guste o no, dice lo que piensa antes o después y tiene esa facilidad que le caracteriza de generar debate allá donde comenta (esto se ve mucho en redes sociales). Es por eso que empezaremos hablando de restauraciones. ¿En qué consisten y qué criterios utilizas para llevar a cabo el trabajo? Restaurar consiste en recuperar una vía del olvido donde el material original está muy deteriorado, por lo tanto está peor que cuando se puso. Cambiamos esas piezas pero no de cualquier manera. En mi opinión, se debe hacer pieza por pieza. Expansivo por expansivo, si puede ser un expansivo moderno; si hay un clavo un clavo y siempre que se pueda usar material flotante, usarlo también. Vamos, lo que sería respetar el carácter del aperturista, ya que lo considero patrimonio cultural. Tú imagina que te juegas el pellejo resistiéndote a poner un expansivo, lo has luchado, lo has sacado, has tenido un peligro objetivo a una caída... ¿te gustaría que alguien fuese después de 30 años y le pusiera un parabolt porque él pensara que es lo mejor para evitar que alguien se haga daño? Al restaurar no estamos juzgando la seguridad de la vía. O lo dejas igual o mejor no lo toques. Es lo que yo pienso. ¿Cómo podrías explicar la diferencia que hay entre escalar una vía bien restaurada y escalar una en la que no se ha respetado la manera en que se abrió y se han añadido protecciones, por ejemplo? Siendo cruel podríamos decir que estás rebajando la vía para que pueda pasar el más débil ya sea física, psicológicamente o simplemente no le apetezca arriesgar tanto. Cuando vas a escalar una vía dura y al final lo consigues es muy gratificante. Al final valoras más tu forma, tu experiencia, valoras más lo que vales porque dices: joder, he sido capaz de pasar por aquí, de controlar mis nervios, mi miedo y no me lo han puesto en bandeja. Es la sensación que se te queda. Pensar: ha sido cosa mía, como hizo el aperturista en su día. ¿Cómo le vamos a reventar la vía? Habrá vías que se abran de manera “segura” y otras que no lo hagan de manera tan segura, pero hay que respetar el carácter de todas. Ni en una hay que poner ni en otra hay que quitar. ¿Qué te lleva a restaurar una vía concreta?, ¿sueles buscar vías de las que hayas escuchado, leído y te llaman la atención por algo? Pues mira, yo soy como muy visceral. No me molan todas las paredes y a pesar de que hay paredes que le gustan a todo el mundo, a mí no me llaman o no me enganchan tanto. Por ejemplo, el Tozal de Levante, que es una parte pequeña del Ponoig me encanta y como me pasa en esa pared, que quiero hacer todas sus vías, me pasa en el Peñón. Estoy que no cago con el Peñón, quiero hacerlo todo en el Peñón y no sé por qué, pero estas dos paredes me han calado tan hondo que si hay una vía reventada por donde no podemos pasar... yo quiero ir ahí, restaurarla y pasar. Y luego otra cosa que sobretodo he vivido en el Peñón. Parece que se forma un aura misteriosa alrededor de ciertas vías con las que me pico, me pico mucho. Pienso: pero ¿por qué este miedo a esta vía?, ¿por qué está endiosada? Bien porque que no se ven repeticiones, que alguien ha pasado mucho miedo o que solo han tenido 5 repeticiones en 30 años... El Peñón de por sí da miedo a mucha gente. Se pudre enseguida el material. Todo esto sería normal en esta zona... Pues esto me arrastra todavía más al Peñón, me mola más, me pone más cachondo. Por ejemplo la cara oeste... ¡eso es salvaje!,¡es brutal!, es lo mejor del Peñón, la mejor roca del mundo está ahí tío y está olvidada, nadie le hace ni puto caso a esa cara. ¿Por qué?, pues yo lo quiero saber, así que me tiro por allí a ver qué pasa. ¿Qué te motiva del artifo y por otro lado de la escalada en libre? Me gusta todo tío. Sentirte fuerte en libre es espectacular y después el artifo es otra pasión, son completamente diferentes y si las combinas pues ya flipas. Transiciones de artifo a libre y de libre a artifo... eso es brutal nano. Una uña, un plomo, que no sabes si va a saltar o no, luego otra uña, ahora un empotra, hostia, he llegado a un expansivo, que tranquilidad... respiras. Eso es un espectáculo. En artifo recuerdo pasarlo muy mal en la vía Viaje Itaca en el Tozal. Estaba terminando el largo de A3, 50 metros..., iba con cuerda simple... pues en mitad del largo había un diedro del que se salía un poquito en desplome. En ese momento generé tal roce con la cuerda que cuando estaba entrando a reunión imagínate: se me pasó por la cabeza hasta desencordarme porque no podía avanzar. No tenía fuerza suficiente para recoger cuerda y poder avanzar, terrible. Esto me pasó en una transición de artifo a libre, que fue lo peor. Y al final no sé cómo lo hice. Tenía unos 6 o 7 metros hasta el último seguro porque no me pude proteger. Estaba en las últimas en cuanto a fuerza y a base de gritos, estirones con las piernas y con las manos, cogiéndome de regletas de mierda, romos... Que no era una Venga otro, que sé que tienes más... Otro momento intenso fue en Autopista al Infierno, en Montanejos. Es una vía tío, que cada largo está más roto que el anterior. Estábamos en el último y había una travesía para luego encaramarte por un diedro fisurado. En esa travesía estaba rotísimo todo, no te podías proteger. Tenías que ir con pies de plomo para... yo qué sé, tenías que flotar, tenías que ¡no respirar!, no te podías tirar un pedo porque alomejor arrancabas dos cantos. Pensando todo el rato: que los dos pies aguanten y que las dos manos también...porque como se rompa uno de los cuatro me voy, y me voy en travesía sin poder proteger, buah. Por cierto, Y de deportiva... Pues yo creo que por ser lo último y más duro que he hecho... Ahí en el Tallat Roig, que es mi casa, Ahora algo más alpino, no tiene por qué estar relacionado con la pared en sí... Se me ocurre una chorrada que podría haber llegado a ser grave. La primera vez que fui a los Alpes, bajando de l’Aiguille du Midi al glaciar se me salió el saco de dormir de la mochila y se me quedó colgando detrás, en los pies, en equilibrio. Ibamos encordados mi primo Lluís y yo y me dijo: -¡Álvaro, no te muevas!, - ¿¡qué pasa rubia!?, ¡no me asustes!, me di cuenta y de una zarpada pillé el saco pensando: madre mía... imagina que llego abajo, el teleférico estaba cerrado..., yo aquí palmo de frío. Hubiese sido una cagada muy gorda.
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